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Leyendo a la sombra

Novela y memoria

En un reciente (y creo que magnífico) artículo sobre la memoria histórica de la Guerra Civil española plantea Enrique Moradiellos cómo este asunto ha vuelto al primer plano del debate público, pues la contienda civil —afirma está en el origen de nuestro tiempo.  A su juicio, el debate está cobrando un confuso y peligroso perfil, pues las posturas enconadas surgen con facilidad, y cree que es necesario establecer unos parámetros historiográficos para discutir razonadamente esta cuestión, parámetros que facilitarían el encauzamiento del debate.

Es cierto que la Guerra Civil sigue siendo un tema que no nos abandona, recurrente; muestra, tal vez, de que el conflicto aún no ha sido superado del todo. Buena prueba de ello es el alto número de publicaciones, tanto de carácter literario como ensayístico o histórico que se han publicado recientemente. Ya pasó el tiempo vergonzoso de los consejos de guerra sumarísimos sin las más mínimas garantías, del único punto de vista, el del vencedor, del ocultamiento interesado, del miedo y del dolor. Ahora podemos encontrar toda clase de enfoques y análisis sobre la contienda, en textos tanto literarios como no literarios.

Hugh Thomas, uno de los hispanistas que más ha estudiado la Guerra y la pos-Guerra Civil española, advertía recientemente que: "Quien olvida el pasado se enfrenta con un porvenir incierto". La literatura y especialmente la novela, ha contribuido poderosamente al conocimiento de ese pasado que algunos se empeñan en olvidar, cuando no en tergiversar interesadamente, pues, hablar de narrativa es, en última instancia, hablar de la memoria.

Era lógico que en estos años se recuperara la memoria histórica en la literatura, para combatir el olvido al que fueron condenados los hechos y los protagonistas de la derrota militar de la población civil durante la guerra de España. No era de extrañar que, tarde o temprano, empezasen a publicarse libros y novelas sobre la guerra, la posguerra y las consecuencias de la etapa de dictadura que sufrió España hasta 1975.

Así, la producción novelística española de los últimos años sobre la guerra civil y la posguerra ha sido abundante, en la estela del camino abierto tempranamente por La colmena, la ya clásica novela de Cela, y Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Un camino literario en el que se han recuperado obras imprescindibles, como la serie de El laberinto mágico de Max Aub o Historias de una historia de Manuel Andujar; se han reeditado otras que pasaron desapercibidas en su día, como la impresionante Días de llamas de Juan Iturralde; o traducido al castellano como Incierta gloria de Joan Sales; han sorprendido la calidad de textos tan dispares como Herrumbrosas lanzas de Juan Benet, Los girasoles ciegos, comentado recientemente aquí o los relatos de Juan Eduardo Zúñiga; el sorprendente éxito de público del novedoso acercamiento al tema de Soldados de Salamina de Javier Cercas, y tantos y tantos títulos que bien podrían constituir una especie de subgénero narrativo bien definido.

Antonio Gómez Rufo cree lógico que se haya buscado un retrato de la guerra y de sus consecuencias dando la palabra a quienes fueron enmudecidos o muertos en esos tiempos del franquismo, rescribiendo la historia desde el talante democrático y el reconocimiento a quienes estuvieron del lado de la libertad; pero no parece tan necesario el proceso que se está iniciando de reivindicar otra memoria, la de los vencedores, como si necesitasen ese auxilio o no hubiesen tenido toda una vida para exhibirse y vanagloriarse. Se puede reconstruir la Guerra Civil española, afirma, desde una cierta imparcialidad (en ese sentido la película La vaquilla fue un esfuerzo válido de Berlanga), pero no es de recibo escuchar hoy en día que se escriben novelas desde la objetividad porque el fascismo quedó en la distancia y ya no nos afecta, ni silenciar un fenómeno que no es ni mucho menos casual: la recuperación de los vencedores. Porque una guerra civil (toda guerra civil) determina a un país durante tres generaciones al menos, y aunque no queramos verlo somos hijos o nietos de aquella guerra y muchos de nuestros comportamientos y actitudes cotidianos están perfectamente definidos por esa realidad protagonizada por nuestros antepasados. Los austriacos y los alemanes tienen esta realidad muy clara, por eso huyen de hablar y escribir sobre el nazismo.

Ahora que se leen declaraciones innecesariamente guerracivilistas (Vid. Infra)  y se edita en nuestro país el aplaudido estudio de Anthony Beevor (La Guerra Civil española. Edit. Crítica, Barcelona 2005) me parece necesario reconocer el papel que la Literatura y especialmente la novela han desempeñado en los últimos años en el conocimiento de la guerra y la posguerra. Los escritores tienen la obligación moral de transitar todos los caminos, incluidos aquellos poco transitados o a los que se ha prohibido el paso secularmente, y los lectores que hemos transitado con muchos de ellos por esos caminos hemos conocido las múltiples caras de aquella guerra que, en su lecho de muerte, le inspiró a Azaña las siguientes palabras:

«Es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos  y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón».

Paz para vivir, piedad para olvidar y perdón para recordarlo todo. No estaría de más que esos frívolos voceros del Apocalipsis leyeran textos como este y novelas como aquellas.

 

Piqué: "Zapatero quiere cambiar la legitimidad constitucional por la de los vencidos en la guerra"

El PP acusó ayer al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de querer sustituir la "legitimidad democrática" surgida en la transición y que culminó con la Constitución de 1978 por otra "de los auténticos demócratas", que serían "los vencidos en la Guerra Civil" española. El más explícito en esta acusación fue Josep Piqué, líder de los populares catalanes. También abundó en esta crítica a Zapatero de buscar la ruptura con la transición Eduardo Zaplana, su portavoz en el Congreso. Por ello, el PP ha decidido que sólo aceptará una rectificación global y rotunda al Estatuto si el PSOE quiere pactar con ellos, pero no apoyará ninguna enmienda parcial que "pueda servir de coartada al PSOE para maquillar" la reforma.
"Tengo la convicción de que el presidente del Gobierno no comparte el espíritu de la Transición y cree, al igual que muchos nacionalistas, que todos estos años han sido de baja calidad democrática, y ahora él es la persona designada por la Historia para superar ese periodo y abrir uno nuevo que engarce con la auténtica legitimidad democrática, que él identifica con los vencidos de la Guerra Civil y no con el gran pacto constitucional de 1978". Con esta afirmación, Josep Piqué, líder del PP catalán, acusó al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de haber "impulsado" la aprobación del Estatuto catalán "cuando el acuerdo entre el PSC y CiU parecía imposible".
Según él, a través de la reforma constitucional que "esconde" el proyecto de Estatuto catalán, Zapatero pretende "alterar la estructura del Estado" pactando con los nacionalistas para dejar fuera al PP, a quienes cree que "no son auténticos demócratas, sino herederos del franquismo". En un desayuno organizado por Europa Press, Piqué continuó: "Ese planteamiento aberrante" retrotraerá a España y a Cataluña "al siglo XIX, cuando había constituciones liberales o conservadoras", pero no "la Constitución de todos", aprobada en 1978.
Desde Cataluña, los partidos del Gobierno tripartito recriminaron al líder de los populares catalanes que utilice la Guerra Civil para hablar del Estatuto, informa Enric Company. El portavoz socialista, Miquel Iceta, lo atribuyó a la necesidad que Piqué tendría de resituarse dentro del PP después de "haber sido profundamente desautorizado" por cómo afrontó su elaboración. El republicano Joan Ridao le reprochó que "apele a la legitimidad de los vencedores de la guerra, con un lenguaje predemocrático propio de la extrema derecha". Joan Boada, de Iniciativa Verds, apostilló que entre los vencidos en la Guerra Civil "estaban todos los demócratas".
La acusación a Zapatero de "romper" con el espíritu de la Transición "por capricho" o "estrategia política" fue también enarbolada ayer por Eduardo Zaplana en una entrevista en la cadena SER. "Algunos de los actuales dirigentes del PSOE, empezando por su presidente, no han vivido con intensidad esa etapa difícil, de consenso, que fue la Transición".

5 comentarios

creditos -

Adolfo Suárez tenía toda la razón

Frase de Adolfo Suárez en una entrevista inédita de 1980:
"Yo repito a menudo que en España está ocurriendo un fenómeno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro… casi nunca pasan por la reflexión previa".
"Pero es un hecho que está ahí; que sucede. Y luchar contra ello es muy difícil… Yo he intentado combatirlo muchas veces… ¡Y así me va!"

En la política española del siglo XXI sigue sucediendo exactamente lo mismo: "las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro" y se aplica tanto a los políticos como a los ciudadanos.

Carlos Menéndez
http://www.creditomagazine.es

Gatito viejo -

Conocer el pasado histórico es básico para el presente y el futuro . No podemos esconder la cabeza como hace el avestruz y fingir que no ha pasado nada .Las nuevas generaciones se merecen conocer la verdad .Tienes razón , la novela , la literatura ,se ha ocupado de ese vacío que había .Últimamente proliferan las novelas que tratan sobre la guerra civil . Algunos catastrofistas ,como consecuencia , hablaban de revisionismo histórico y se llevaban las manos a la cabeza . Creo que no va por ahí la cosa, sino que es necesario este tipo de respuestas literarias e históricas a una demanda silenciada durante bastante tiempo .Muy interesante post .Saludos

Portorosa -

Vuelvo otra vez, ahora para aconsejarte el texto \"A un amigo de Cambridge\", en el blog http://www.foixblog.blogspot.com/.
Espero que te guste. Y perdona esta invasión.

Portorosa -

(...)
Buscar la justicia es siempre justo, por definición, y yo modestamente creo que a medida que se ponen las cosas en su sitio se van fortaleciendo los cimientos del futuro. Pero hay veces en que hay que hacer caso de la tan tergiversada (por descontextualizada) frase de Goethe: si no me he olvidado ya (no fui testigo, que conste), en un pueblo austríaco se descubrió, bien a un oficial francés rezagado, bien a un colaboracionista (un afrancesado), y los vecinos quisieron lincharlo; Goethe, que ostentaba cierto cargo con autoridad, se opuso y dejo que el acusado huyese, y dijo que prefería la injusticia al desorden (lo cual, aislado y no explicado, suena tan aberrante como siempre se pretende).
Pues bien, la Transición fue preferir la injusticia al desorden, y yo creo, sin tener ni idea de nada, que fue una buena decisión.
Eso no impide reivindicar la memoria de los que sufrieron, de los derrotados. En absoluto. Es de justicia, y “ya” se puede. De lo que no estoy en absoluto seguro es de que conduzca a algún sitio (bueno) tratar a estas alturas de volver a hacer acusaciones. No porque no sea justo, sino porque lo principal es facilitar al convivencia y permitir que ésta vaya haciendo su trabajo y cerrando poco a poco todas las heridas.

Un saludo.

Portorosa -

Sobre lo de Zaplana, qué se puede decir... Inefable personaje, cómico si no fuese poderoso.

Entre las reacciones a Piqué, prefiero las que dicen que está haciendo el tonto a las que se ponen a su altura y le dicen que “sí, sí, es que tenemos razón y ya está bien”.

En general, la resolución de un conflicto tiene distintas y sucesivas fases, y hacer justicia no es ni mucho menos la primera; primero hay que hacer que cese la violencia material, luego el enfrentamiento que subyace a aquélla, y luego reconciliar (aún sin justicia, tan sólo reconciliar). Muchas veces se cree preferible no afrontar la fase de juzgar y castigar.
(to be continued)