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Leyendo a la sombra

Plenitud líquida

Un día noté que los ojos de mi madre estaban permanentemente acuosos. Ella, cuidadosa y discretamente, se aplicaba la puntita de un pañuelo que sacaba con disimulo de entre los entresijos de su puño izquierdo, y con ella se enjugaba alguna esquiva lágrima que apenas asomaba por la comisura de sus cansados párpados. Dirigí mi mirada al punto a donde miraba mi madre y supe que ella veía más y más allá. Aquel día vi en sus ojos y en su mirada la vejez, pero también vi la plenitud. Desde entonces, cuando la beso, me gusta sentir en mi mejilla ese poquito de humedad que me deja algo venido de muy lejos.
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Dedicado a Carmen (23 de agosto de 2005).

3 comentarios

Portorosa -

Es un honor haberte servido para esa dedicatoria, Lector.

Meritxellgris -

¿De nuevo por aquí, ya con asiduidad? Eso espero, que retomemos el curso escolar y el curso blogueril. Empezamos siendo muy tiernos y con buenos sentimientos Como debe ser.
Un fuerte abrazo.

Vailima -

Mi madre también se llama Carmen y hace tiempo también que esconde en su mano izquierda (es zurda) un pañuelito, blanco y fino (como dice ella que tienen que ser los pañuelos).