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Leyendo a la sombra

Recuerda el lector...

    Recuerda el lector en estos días de verano la mirada de su padre y evoca la tertulia de las noches de julio y agosto, allá en el pueblo, en la que el tema de la guerra civil no tardaba en acudir a la memoria y se hacía presente en la conversación. El lector sabe que su padre y su tío Jesús disfrutan hablando de aquellos tiempos, y por ello, junto con sus primos, les hacen entrar al trapo, de modo que los recuerdos y vivencias de los dos hermanos se adueñan de la calurosa noche. El lector echa de menos esa tertulia y medita sobre el tiempo pasado, si fue o no mejor, y concluye sin devanarse demasiado los sesos que no, que ni mejor ni peor, vaya, que simplemente se perdió y ya no volverá. Y antes de que lo tilden de filósofo con recochineo, piensa que las cosas son como son y no hay más cera que la que arde, y que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, y tal. En fin.

    El lector recuerda al padre muerto y piensa si es mejor no pensar, o pensar en no pensar, y estos devaneos le recuerdan a Unamuno (el lector sabe que lo de este señor era pensar-pensar), que en cierta ocasión le dijo a alguien: "extravaga, extravaga, que más vale extravagar que vagar a secas". Y el lector siente que extravaga, que vaga e incluso divaga, y no sabe si acaso no le estará dando un acceso de melancolía o de misantropía, o vaya usted a saber de qué.

    Pero lo cierto es que el lector recuerda al padre recientemente fallecido y se siente un poco más solo. Esto, se dice en algunos momentos, va a ser que me estoy haciendo viejo.  Ay. A saber.

    Y el lector vaga y divaga por los meandros de su memoria y allí se encuentra con su tío Jesús, el hermano de su padre, que está regando el jardín unas veces y otras trabajando la madera en la carpintería. Al lector, de chico, le embelesaba ver a su tío en el taller de carpintería sacar virutas con la garlopa, y a nada que se lo proponga son muchos los recuerdos de su tío Jesús que salen a la luz como esas virutas. También aparece en el divagar un impresionante coche negro con chófer, su tío Benito le dice al niño súbete y vamos a ver las obras del depósito del agua. Y el niño no sale de su asombro en este su primer viaje en coche y no sabe qué le impresiona más, si el coche, el depósito o su tío Benito, y en su ternura infantil el niño cree que este hombre tiene que ser muy importante porque la gente dice que va a traer el agua al pueblo, y cuando el agua salga de un grifo y no del cubo del pozo la tía Mary podrá regar el jardín mejor y se cansará menos, y el lector la ve cojeando por entre los rosales con su mano impedida pegada a la cadera arrastrando la goma que lleva el agua a los parterres con su otra mano. Aquel jardín es muy grande en la memoria del lector y aunque este sabe que la memoria engaña, le da igual. Lo que no le da igual al niño que fue es la calavera que tenía su prima Marigel en la habitación de arriba, donde estudiaba en los veranos. Marigel iba para médica, pero el niño que fue mira con recelo aquello y le da repelús, lo toca y no entiende para qué querrá su prima eso.

    Es lo que tiene el verano…

 


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