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Leyendo a la sombra

Esta ciudad irá donde tú vayas

Luisgé Martín, La misma ciudad.

Edit. Anagrama. Barcelona 2013.

131 páginas. 13,90 €

 

 

   Brandon Moy es un brillante abogado que trabaja en el piso 95 de las Torres Gemelas. Vive en un apartamento cerca de Central Park con su mujer Adriana y su hijo Brent, y posee una pequeña casa en Long Island.

   El lunes 10 de septiembre de 2001, ya de noche, de camino a casa, se entretuvo un instante a mirar por los ventanales a los clientes del restaurante Continental, uno de los más valorados de la ciudad. Detrás de las cristaleras vio a un antiguo compañero de la adolescencia, al que había perdido la pista desde los años de la universidad, que salía con una mujer del restaurante.

   Moy y su antiguo compañero, Albert Fergus, se saludan efusivamente y este le cuenta al joven abogado la peripecia vital desde los años de la universidad: viajes, diversos empleos, relaciones con mujeres, drogas… En ese instante Brandon siente que su existencia es insignificante, un conjunto de renuncias y humillaciones, de deseos no cumplidos, justo lo contrario a la vida de libertad de Fergus.

   Al día siguiente, se levanta tarde, y camino del trabajo la policía le impide seguir. Las Torres Gemelas han sido atacadas. Brandon tiene un impulso que le va a cambiar la vida: aprovechar esa hecatombe para desaparecer, esfumarse, hacerse pasar por una de las víctimas del ataque y poder vivir sus anhelos e ilusiones perdidas.

   A partir de este momento la historia irá desgranando las peripecias de Brandon relatadas por un narrador que en diversas ocasiones tuvo contacto con él y al que le refirió su impostura y su existencia: de Nueva York a Boston, Madrid, varios países de Hispanoamérica, ciudades italianas…, convertido en Albert Tracy. Una vida muchas veces al filo del abismo.

   La novela se construye a partir de un poema de Kavafis, La ciudad, que se reproduce en la página 79, traducción del poeta Ángel González y que también aparece en la novela de Juan Marsé El embrujo de Shanghai:

Dices: «Iré a otras tierras, a otros mares.

Buscaré una ciudad mejor que ésta

en la que mis afanes no se cumplieron nunca,

frío sepulcro de mi sentimiento.

¿Hasta cuándo errará mi alma en este laberinto?

Mire hacia donde mire, sólo veo

la negra ruina de mi vida,

tiempo ya consumido que aquí desperdicié.»

 

No existen para ti otras tierras, otros mares.

Esta ciudad irá donde tú vayas.

Recorrerás las mismas calles siempre. En el mismo

arrabal te harás viejo. Irás encaneciendo

en idéntica casa.

Nunca abandonarás esta ciudad. Ya para ti no hay otra,

ni barcos ni caminos que te libren de ella.

Porque no sólo aquí perdiste tú la vida:

en todo el mundo la desbarataste.

 

   Esta historia que arranca del atentado a las Torres Gemelas es una profunda reflexión sobre esa crisis de identidad que hace que en un determinado momento veamos nuestra propia vida como un fracaso, frente al triunfo de la vida de los demás. Ese vano empeño de lo nuevo, de lo posible, de lo que no fue, cuando “No existen para ti otras tierras, otros mares./ Esta ciudad irá donde tú vayas”.

   Tal vez lo más interesante del libro sea que todo él es en el fondo una mirada, tal vez una pregunta, sobre la posibilidad de la felicidad.

   Creo que el libro bien merece una lectura, son apenas 130 páginas, y aunque tal vez pueda estar de más alguna peripecia, lo cierto es que el desarrollo de la trama y la contención en el lenguaje, bastante sobrio, por cierto, lo que es de agradecer, hacen que la lectura te enganche.

   Al posible lector le diría que esta novela tal vez sea una digna muestra de esa literatura en la que uno no encuentra respuestas, sino que se le plantean más preguntas. Eso produce una cierta desazón. La vida misma. La misma vida. La misma ciudad. Pero quién dijo que leer nos hace felices…

   “No soy feliz. Pero ahora al menos sé que no podré serlo. No hay incertidumbre, y eso, a mi juicio, es una forma de felicidad”, le confiesa el protagonista al narrador testigo que refiere la historia.

   Al menos leer este libro no deja indiferente.

 

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