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Leyendo a la sombra

La expiación de la culpa: la ley del talión se abatió sobre Alemania

Se reflexiona en La Librería (Deutsches Réquiem, del 20 de mayo) sobre los terribles bombardeos de la aviación aliada sobre ciudades alemanas como Hamburgo, Dresde, Colonia, Nuremberg o Berlín entre 1942 y 1945 (en la madrugada del 27 de julio de 1943 Hamburgo se derrite, literalmente, bajo un mar de llamas, mueren unas 200.000 personas).
La cuestión apenas se abordó en los años inmediatamente posteriores al final del conflicto por los escritores e intelectuales alemanes. Parece como si esta especie de amnesia colectiva estuviera justificada, pues se trataba de un merecido castigo a un pueblo que había asesinado y maltratado a millones de personas en los campos de concentración, luego no se podían pedir cuentas a las potencias vencedoras: a la destrucción se respondió con destrucción. Vistas así las cosas, se instaló en la conciencia del pueblo alemán la idea de que los bombardeos aliados eran en cierta manera merecidos. El pago de la culpa.
En el magnífico ensayo Sobre la historia natural de la destrucción Sebald recuerda que en agosto de 1942 la ciudad de Stalingrado, que en aquellos momentos rebosaba de refugiados fue bombardeada por mil doscientos aviones, y que durante ese ataque, que entusiasmó a las tropas alemanas que estaban en la otra orilla del Don, 40.000 personas perdieron la vida.
No nos extrañemos, nadie dudaría hoy en día de que el mariscal Göring habría arrasado Londres si hubiera tenido medios técnicos para ello. Cuando Churchill expresa en alguna ocasión sus escrúpulos por los horribles bombardeos sobre ciudades abiertas, Sir Arthur Harris, comandante en jefe del Bomber Command lo tranquiliza diciéndole que sólo se estaba produciendo una justicia poética más alta. El justo castigo, la expiación de la culpa.
Las preguntas que uno se hace son varias: ¿cómo podemos justificar estos ataques aéreos sobre ciudades que carecían de interés estratégico? ¿Cuánto de venganza llegó a haber en esas misiones aéreas?
En el exhaustivo libro El incendio el historiador militar Jörg Friedrich llega a una rotunda conclusión: hubo una planificada decisión de arrasar las ciudades y causar el mayor daño posible entre la población civil para socavar la moral de esa población.
Pero leamos con atención estas palabras de Sebald: la destrucción total no parece el horroroso final de una aberración colectiva, sino, por decirlo así, el primer peldaño de una eficaz reconstrucción.
El libro de Sebald, es un perfecto complemento al de Friedrich y una lectura imprescindible para entender esta cuestión histórica.
Sobre la historia natural de la destrucción, W. G. Sebald. Edit. Anagrama, Barcelona 2003.

2 comentarios

Meritxell -

Sebald era alemán y como tal reivindica el dolor sufrido por los alemanes inocentes involucrados en la barbarie de final de una guerra. Aunque creo que lo hubiera defendido igual si hubiera sido inglés.La justicia debe ser prioritario en tales acontecimientos del pasado, hay que poner en su sitio a cada uno después de una reflexión serena de esos fatídicos años.

Vigo -

La verdad es que los debates morales que se abren ante tales cuestiones, me hacen llegar a la sencilla conclusión de intentar evitar las guerras a toda costa. Truman lanzó la bomba nuclear sobre Hiroshima y dicen que no hubiera hecho falta porque Japón estaba cerca de la rendición. Truman alegaba que así había evitado la muerte de más jóvenes americanos. Pero al menos se han rendido homenajes a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Creo que en paz de la concordia mundial también es bueno recordar a las víctimas civiles alemanas.
Me gustó que continuara mis palabras.