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Leyendo a la sombra

Expiación, novela de Ian McEwan

En su clásico ensayo sobre la novela, afirma Forster (1) que es esta un producto artístico que se rige por sus propias leyes, leyes que no son las mismas de la vida real; que el aspecto fundamental de una novela es la historia que cuenta, es decir, que la base de toda novela es la narración de unos hechos por una voz, la del narrador, que nos cuenta, desde un determinado punto de vista, la vida de unos personajes complejos que se van conformando a lo largo de la historia, personajes redondos los llama, y que en la desigual batalla que el argumento libra con los personajes, aquél a veces se toma una cobarde venganza, casi todas las novelas se debilitan hacia el final.
Todas esas afirmaciones, excepto la última, se cumplen a rajatabla en la novela de Ian McEwan Expiación (2), haciendo de ella una narración canónica.
Expiación es uno de esos textos que reconcilian al lector con la novela de calidad, la más exigente, aquella en la que late el aliento de las grandes obras. Una novela cuya lectura suscita emoción y que lleva al lector mucho más allá de la lectura, y a este respecto quiero recordar que Lewis sostenía (3) que en un sentido muy evidente toda lectura es siempre una evasión, pues cuando leemos nuestra mente se aparta durante un tiempo de la realidad que nos rodea para dirigirse hacia algo que sólo existe en nuestra imaginación o en la inteligencia. Ahí es a donde esta novela nos conduce: a la imaginación y a la inteligencia.
Expiación colma con creces las expectativas del buen lector, el que busca en la novela la existencia de un mundo autónomo, que se explique por sus propias leyes, leyes que se van configurando según y conforme se avanza en la lectura del texto, de tal manera que llega a percibir que tiene ante sí un complejo artefacto cuyas instrucciones de uso van incluidas en el mismo. Así, la lectura le depara al lector la presencia de personajes complejos, que se van armando también a medida que avanza la trama; personajes redondos, que nos introducen en un universo de pasiones y avatares que dan sentido a lo narrado y con las que el lector siente la experiencia de leer, de conocer vidas distintas a la que le ha tocado vivir, de saber sobre otros, conocer otros destinos humanos inciertos, a veces inexplicables.
Expiación es una novela que necesita una buena lectura, una lectura exigente, y les animo a que la hagan y disfruten de ella como yo he disfrutado. El esfuerzo tiene su recompensa: una novela sólo existe cuando el lector la lee, algo que se hace más que evidente en este caso.
Llegué a esta novela casi por azar, porque al verla en un expositor de la librería recordé los excelentes comentarios que sobre ella me había hecho un compañero de trabajo —gran lector, es inglés y había leído el texto original—, y después busqué algunas críticas en algún suplemento literario (Babelia, El Cultural de El Mundo, el del ABC, Espéculo.... Pensé entonces: si de esta novela se afirma que es buena, hay bastantes probabilidades de que sea una buena novela.
No querría juzgar la novela (¿lo he hecho ya?), sino describirla y compartir con ustedes el placer de su lectura. No esperen mucho más de estas líneas. Si me apuran, les diré, como mucho, que su lectura es absorbente y nos atrapa hasta el final. Final, por cierto, que desmiente a Forster totalmente, pues es ahí donde radica una parte de lo genial y extraordinario de la novela, pero sólo entenderán su verdadero significado cuando lleguen a él.
Si con esto no se ven tentados a leerla, poco más puedo decirles, pero imagínense una señorial casa de campo en Inglaterra, allá por el verano de 1935. Acaban de empezar las vacaciones y Briony, la hija menor de los Tallis, los propietarios de la mansión, se propone escenificar una pequeña obra de teatro para recibir a su hermano Leon que viene de la universidad a pasar unos días acompañado de un amigo rico. También ha vuelto, después de terminar el curso universitario, Cecilia, hermana de Briony y de la que está enamorado Robbie Turner, hijo de una de las criadas de la mansión y a quien el señor Tallis costea sus estudios superiores. Robbie es un hombre inteligente, ha sacado unas notas extraordinarias y quiere estudiar medicina.
En un momento de la mañana, Cecilia y Robbie están hablando junto a la fuente del jardín. Ella sostiene en su mano un valioso jarrón de porcelana, quiere llenarlo de agua para poner unas flores. Robbie le coje el jarrón para ayudarla pero el jarrón se parte y un par de fragmentos caen a la pileta. Cecilia le censura su acción, se quita el vestido y se meta en la fuente en ropa interior para recuperar los fragmentos. La escena ha sido contemplada desde una ventana de la casa por Briony.
A la tarde, invitan a Robbie a una cena en la casa. Antes de acudir, este le escribe a máquina una nota a Cecilia: «Sé que no sirve de excusa pero últimamente estoy de lo más aturdido contigo. ¿Cómo se me pudo ocurrir entrar descalzo en tu casa? ¿Y alguna vez he arrancado la boca de un jarrón?»
Después de leer la nota, sacó el papel de la máquina, metió otra hoja y escribió otra nota: «Te perdonaría si creyeras que estoy loco, por entrar descalzo en tu casa o romper tu jarrón antiguo. La verdad es que me siento bastante aturdido e idiota en tu presencia, Cee, ¡y no creo que el calor tenga la culpa! ¿Me perdonarás? Robbie.» Luego, al cabo de un rato de ensoñación —nos dice el narrador—, se inclinó hacia adelante y tecleó, antes de poderse contener: «En mis sueños te beso el coño, tu dulce coño húmedo. En mis pensamientos te hago el amor sin parar todo el día.»
Cuando Robbie se dirige, ya a la noche, a la casa de los Tallis a cenar, se encuentra por el camino a la pequeña Briony y decide darle la nota para que se la entregue a su hermana Cecilia. Apenas la niña echa a correr con la carta en la mano, Robbie se da cuenta de que lo que la niña lleva en el sobre es la segunda de las notas...
La intriga y la acción están servidas. ¿Qué el argumento les parece muy convencional? No se preocupen, la forma no lo es. Pero ahí no acaban las sorpresas de esta, digámoslo ya, excelente novela.
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(1) Aspectos de la novela, E. M. Forster. Debate. Barcelona, 1995.
(2) Expiación, Ian McEwan. Anagrama. Barcelona, 2002.
(3) La experiencia de leer, C. S. Lewis. Alba Editorial. Barcelona, 2000.

3 comentarios

Elena -

Me ha encantado tu reseña sobre Expiación. Es el primer libro que leo de Ian McEwan y me ha conquistado. Descubrí tu blog por casualidad, y me ha resultado muy interesante. Yo también tengo un blog sobre literatura, y creo que además tenemos en común nuestra profesión, aunque yo me dedico a la Geografía y la Historia.

Un saludo

Recaredo Veredas -

Creo que la mejor novela de McEwan es "Los perros negros". Excelente crítica.

Javier Rodriguez -

He entrado en esta página buscando otra información, pero me he encontrado con la sorpresa de alguien que ha disfrutado tanto como yo de esta delicia de novela. Comocí a McEwan por su última novela "Sábado" que no me gustó del todo, pero me despertó la curiosidad de leer algo más de este autor. Después leí "Amor perdurable" que ya me ganó para la causa. Otra pequeña decepción con "El inocente", en mi opinión bastante inferior. Pero cuando terminé "Expiación" no tuve más remedio que reconocer su gran calidad como escritor y rendirme a la estructura de esta novela que recomiendo a los lectores "al sol y a la sombra"