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Leyendo a la sombra

El buen lector

    El buen lector se hace, no nace, pues la lectura no es un don natural, sino un arte.

    El buen lector es el que empieza a serlo antes de empezar a leer, cuando oye ensimismado las historias que le cuentan su padre, o su madre, o sus abuelos.

    El buen lector leyó de niño, pues en casa le decían a veces con voz autoritaria “¡A tu habitación a leer!”, y el niño, obediente, se iba a su cuarto, abría un libro y leía. Aquel niño acabó descubriendo con el tiempo la auténtica dimensión de la lectura, y en la lectura su imaginación volaba libre, fuera de aquellas paredes, unas veces muy lejos, otras no tanto. Aquel niño no sabía entonces que se iniciaba así una relación que duraría toda una vida, y no podía imaginar que cada vez que abriese las páginas de una novela, iba a sentir cómo el libro lo acogía, cómo la lectura es un reto, una experimentación, un conocimiento, y el hombre o mujer que es ahora sigue sintiendo la misma curiosidad del niño que fue. Y lee, y cree que es casi imposible que un libro cambie la vida de alguien, pero está convencido de que los libros que ha leído le han permitido vivir otras vidas, han dado otra dimensión a la suya y ha conseguido ver el mundo y entender la vida de una manera que sólo la lectura concede. En alguna ocasión oyó decir a otro que leía para ser mejor. Hoy, otros se lo oyen decir a él. Y no es raro que afirme convencido, tomándole prestadas las palabras al señor don Quijote, que el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho.

    El buen lector debe tener memoria, imaginación, cierto sentido artístico y un diccionario al lado, como decía Vladimir Navokov.

    El buen lector no sabe por qué elige un libro, y a veces sospecha si no será que el libro lo elige a él.

    El buen lector ama la literatura, y no sólo lee novela, también lee poesía porque sabe, o al menos intuye, que el que entiende la poesía tal vez lo entienda todo. También lee ensayo o lo leerá, y también lee ciencia o la leerá, porque el buen lector pertenece a su mundo y sabe que la ciencia lo está cambiando a una velocidad nunca vista.

    El buen lector recomienda sus lecturas, porque le gusta que otros conozcan y disfruten lo que él conoció y disfrutó.

    El buen lector hace suyos, también, los derechos imprescriptibles del lector enunciados por Pennac: el derecho a no leer; a saltarse las páginas; a no terminar un libro; a releer; a leer lo que sea; el derecho al bovaryismo (enfermedad de transmisión textual); el derecho a leer donde sea; a hojear; a leer en voz alta; el derecho a callarse.

    El buen lector ama los cuentos.

    El buen lector sabe que puede ser mejor lector siempre.

    El buen lector a veces piensa que Borges tenía razón, y que lo que tomamos por realidad acaso sean ficciones que alguien sueña, ¡vaya usted a saber!

    El buen lector no se preocupa de colocar los libros al mismo nivel de aprecio y estimación de aquellas actividades con las que se divierten los adolescentes. Todo llegará, piensa, y si no, pues qué se le va a hacer.

    El buen lector no acaba de saber muy bien por qué lee, y mientras se le ocurre algo, sigue leyendo.

    El buen lector lee porque, aunque sabe que la lectura no le ofrece consuelo, sin embargo puede servir de espejo, y eso, piensa, ya es mucho. Ciertamente, se dice, es mucho encontrar en las páginas de los libros el reflejo de la experiencia de uno.

    El buen lector lee porque leer es comprender, y en un mundo tan complejo como este, la lectura es una inestimable ayuda.

    El buen lector no quiere ser reflejo de su sociedad y procura ser crítico, exigente, selectivo; quiere saber, tiene necesidad de saber, por eso no es un lector de anécdotas, sino de sentido.

    El buen lector sabe que en la ficción está la realidad, pues el artista miente en beneficio de la verdad, por eso hay que creerlo.

    El buen lector nunca se pregunta para qué sirve la literatura, para qué sirve la pintura, dar un paseo, oler la hierba o mirar las nubes.

    El buen lector sabe que la literatura no nos hace más felices, pero nos proporciona placer, aunque a veces sea un placer melancólico, masoquista, o puede que hasta perverso. ¡Qué le vamos a hacer —se dice—, si la gran literatura es triste, a veces desoladora, pero es que la tristeza forma parte del ser humano y todas las grandes historias son tristes!

    El buen lector sabe que su patria es su biblioteca.

    El buen lector quizás haya sido capaz de llegar hasta aquí, habrá hecho suyas alguna o algunas de las aseveraciones anteriores, y se dirá a sí mismo que podría seguir, cómplice, continuando lo hasta aquí expuesto.

11 comentarios

popo -

perras, hijueputas,malparidos

Lola gabrielle -

Definitivamente el buen lector es extrañamente ajeno al mundo real,su refugio será siempre la biblioteca más cercana y su mejor amigo el libro que lleva bajo el brazo, gastado por la lectura incesante o virgen aún, tentador con sus lineas desconocidas. Me ha parecido un gran texto. Me gustaria agregar además, que de ves en cuando el buen lector será forzado a abandonar su vicio, ya que a juicio de quienes le rodean se ha hundido en él y la situación se ha vuelto grave; se lo acosará con reclamos y se le enfrentará con una realidad de rapidez, pragmatismo y porqueria; sin embargo la recaida es siempre segura y con el tiempo los seudo terapeutas que consideran la estrepitosa música de una discoteca el mejor tratamiento desistiran de sus intentos.

KEPA OSORO -

Al hablar del buen lector no vamos a hablar de competencias curriculares ni de habilidades psicológicas o procedimentales. Creemos que para su debate será más sugerente que traigamos ideas más personales, más profundas, más próximas a los sentimientos y, por tanto, más discutibles.

Nabokov desmitifica la figura de Emma Bovary como arquetipo del buen lector al escribir que Emma es una gran pero mala lectora porque lee los libros emocionalmente, a la manera superficial de los jóvenes, poniéndose en lugar de esta o aquella heroína.

Hablar de buen lector es paralelo a hablar de personas inteligentes: si éstas son permeables, de mente abierta, desorbitadamente curiosas..., ¿no lo es el lector excelente que se empapa con lujuria, se deja penetrar abandonadamente y levita hasta el éxtasis con sus lecturas..., al menos con algunas de ellas, aquellas que elige libremente para gozar y gozarse?

El poeta Alejo Carbonell opina que un buen lector es aquel que es capaz de disfrutar un texto sin prejuicios. Sin saber nada del autor ni de lo que escribe y que pueda metamorfosear el escrito en su propia imaginación y experiencia.

Rodolfo Castro opina que un buen lector, también –pero no solo- lee libros. Cuando hay un hábito de la lectura de lo que nos rodea, de lo que nos hiere o nos fascina, inevitablemente los libros llegan. Pero advierte que un lector encuentra una buena lectura gracias a que ha realizado veinte lecturas malas. Tener lecturas de baja calidad no te convierte, por ello, en mal lector, es casi una condición ineludible para poder distinguir entre unas y otras. Hay quienes están tan metidos en sus libros y en sus lecturas de gran nivel que no conocen ni por intuición la sociedad que habitan. Lo bueno y lo malo de un libro están en el lector.

Bravo y Santa María se ponen más serios para pincelar algunos rasgos “profesionales” de ese Lector Estupendo; si quiere ese título tiene ser capaz de:

·Pensar sobre lo que lee.
·Usar su conocimiento y experiencia sobre el mundo y la vida diaria para tratar de entender lo que lee.
·Al utilizar su información previa para comprender el texto, se dedica a integrar información.
·Dominar los procesos básicos de decodificación y reconocimiento de palabras a un nivel automático, de modo que su atención quede libre para el análisis del significado.
·Controlar y guiar su lectura en relación a su meta, la naturaleza del material y se mantiene alerta para comprobar en todo momento si está entendiendo o no.
·Practica la lectura, desarrollándola y dejándose refinar por ella.

Emilia Ferreiro se eleva a un nivel anterior a la lectura textual y nos hace caer en la cuenta de que cuando un niño llega a la escuela ya es un “buen lector” del mundo. Desde mucho antes comienza a observar, anticipar, interpretar e interactuar, dando significado a los seres, los objetos y las situaciones que le rodean. Utilizará después estas mismas estrategias de búsqueda de sentido para comprender el mundo de las letras.

Un buen lector:

·Lee suficientemente bien cuando pone atención al significado de un pasaje, más que a la traducción de palabras aisladas.
·Es capa de comprender, analizar y examinar críticamente diferentes tipos de texto.
·Utiliza una variedad de estrategias tales como: predecir, inferir, monitorear; para planear, leer y verificar su comprensión
·Disfruta leyendo y lee por diversos motivos.

Un buen lector, un usuario competente de la lengua escrita es alguien para quien ésta es una práctica social y, como tal, una práctica verdadera y significativa; alguien que está en capacidad de utilizar la lengua escrita en sus funciones verdaderamente importantes e insustituibles: para conocer ciertos temas que pertenecen al mundo de lo escrito, porque ellos no son objeto de tratamiento en la oralidad cotidiana; para desarrollar un conocimiento profundo, un conocimiento estructural de las cosas, que sólo puede lograrse a través de la lectura; alcanzar una explicación de los hechos y para formular teorías que sustenten ese conocimiento y esa explicación que sólo puede lograrse a través de la lectura; para acceder a cierto tipo de reflexión abstracta construida sobre una “racionalidad” propia de nuestra cultura. Carlos Sánchez

Técnicamente podríamos recordar que al leer:

1.Cuando lees no es la boca la que lee, sino que leen tus ojos (boca cerrada – no pronunciar).
2.Cuando lees los ojos no se mueven sobre la línea de manera continua, sino que lo hacen a saltos (movimientos progresivos).
3.Cuantas más palabras leas en cada salto (cada vez que se fijan tus ojos) mejor será tu lectura: más velocidad y mejor comprensión.
4.Los ojos ven (fotografían), pero es la mente la que convierte las palabras en ideas (necesitas, por tanto, estar muy atento).
5.Tienes que ejercitar tus ojos para que cada vez capten con mayor rapidez, precisión y seguridad lo que estás leyendo y no te veas obligado a volver para atrás.
6.Un buen lector no lo lee todo a la misma velocidad ni de la misma manera. Cada texto necesita un tipo de velocidad y de lectura.
7.En toda lectura debes proponerte unos objetivos: para aprender, para estudiar, para divertirte, para encontrar una información...
8.No aprenderás ni mejorarás tu lectura en un día. ¡A leer se aprende leyendo... mucho!
9.Un buen lector controla y evalúa constantemente su lectura: ¿estoy leyendo con una buena velocidad?, ¿me estoy enterando de lo que leo?
10.En la lectura en voz alta no lee mejor quien lee más aprisa sino quien se expresa con más claridad y capta mejor la atención de los oyentes.
11.Un buen lector se anticipa, adivina lo que va a leer y se pregunta qué pasará

Finalmente, le invitamos a leer “El decálogo del buen lector”, artículo alojado en el weblog “Los futuros del libro. Libros, editores y lectores en el siglo XXI” que comenta la conferencia impartida por Antonio Muñoz Molina en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara a finales de 2007.

Enhorabuena por su magnífico blog.

juan manuel -

me parese super que hayan creado esta pagina por que un buen lector lee sin parar

LUCERO -

TYODO DE ESTO ME PARECE DE MARAVILLA PARA TODOS LOS LECTORES DE ESTA PAGINA WEB

luis -

quiero ser y sere un buen lector , gracias me animaron mucho.

Ana -

el que empieza a serlo antes de comenzar a leer, con las historias que le cuenta papá o mamá, las que le despiertan la imaginación y la curiosidad por querer saber. Por eso, el buen lector es aquél al que le cuentan historias desde pequeño;
el buen lector empieza a leer muy pronto, por eso en las escuelas no tienen que coartarle a un niño la necesidad de aprender a leer cuando él mismo lo decida y no cuando lo marquen los programas de estudio: “Si el niño tarda mucho en aprender a leer, pierde mucho tiempo”.

el buen lector no sólo ama los libros, también disfruta de la música, el cine y hasta la televisión: “La televisión no es enemiga [...] ni el cine, ni el videojuego son enemigos de la lectura, lo que es enemigo de la lectura es la ignorancia”, consideró:
“El buen lector no sólo ama la literatura y la literatura de ficción, también ama los libros de historia, ama los libros de explicación de naturaleza, de ciencias naturales, el buen lector también ama los mapamundis”, cualquier tema es bueno para leer, porque siempre hay algo nuevo que aprender, incluso en el periódico;

el buen lector es aquél que aprende a disfrutar la soledad, porque la lectura requiere un acto en solitario, aunque en esta época es un poco más difícil que en otras, por la comunicación instantánea;
el buen lector aprende a disfrutar de la más rica y variada compañía, porque al leer puede encontrar similitudes de las historias impresas con su propia vida. “Te enseña que los seres humanos somos muy parecidos y también muy diferentes";

el buen lector disfruta compartiendo sus lecturas, recomendando lo que ha leído para que otros lo conozcan y lo disfruten;
un buen lector es un militante de las librerías independientes, alejadas del ritmo vertiginoso de la mercadotecnia, “donde puede uno comprar el libro que salió hace tiempo y que ha tenido tiempo de que alguien lo descubra en una librería”.
el buen lector puede surgir en cualquier parte, pero también hace falta una transformación social, porque la lectura implica cierto grado de justicia social: “La única manera de que haya lectores es un sistema social que permita a la gente aprender a leer y escribir”, concluyó Muñoz Molina.

Es, a mi juicio, este último punto (y soy consciente de que he perdido uno por el camino) el primero y primordial, el que, como demuestran las encuestas sobre sociología de la educación y la lectura, determinan de por vida la propensión a hacer de la lectura un placer insondable (con todas las características fenomenóligicas que Muñoz Molina describe tan acertadamente pero que son, precisamente, derivaciones o consecuencias de una predisposición sociologicamente generada) o una práctica absolutamente rechazable, simplemente inconcebible (y, en consecuencia, cualqueira de los rasgos que la definan o la requieran).

ANTONIO MUÑOZ MOLINA
FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA. Diciembre-2007

monica -

Me ha parecido un escrito estupendo. Me he identificado con muchísimos de los puntos que aparecen en él. se lo pasaré a muchos de mis amigos/as.
Me gusta este blog. He llegado aquí por casualidad, pero creo que lo visitaré a menudo.
Os dejo la dirección de un blog que yo hago con unas amigas.
www.blogdelenguaextranjera.blogspot.com
Echadle un vistazo si queréis y opinad. Somos novatas, por cierto...
Thank you

Lorena Rey -

me parece super cul esta historia me diverti mucho leyendola gracias por su enseñanza att:lorena rey sanchez

El lector a la sombra -

Bienvenido, Sergi. Y tomo nota de tus oportunas aportaciones a la definición del buen lector.

Sergi Bellver -

Estupenda entrada. "El buen lector" de bitácoras tiene la suerte de descubrir de vez en cuando algunas joyas, si está atento. Llego aquí gracias al cuchitril de Palimp y creo que desde ya mismo voy a dejar una senda de migas para no perderme.

Y si me permites:

El buen lector sabe que un libro mediocre le deja en el mismo lugar, y resbala en él como la lluvia en los tejados.

El buen lector no quiere que le den la razón.

El buen lector prefiere acabar de escribir los finales.

El buen lector, sobre todo, es como un viajero que acepta que de la aventura de un gran libro no va a salir indemne.

El buen lector crece mientras lee.

pd: no sé cómo hacer saltos de línea en Blogia, disculpa si luego no se visualiza correctamente.