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Leyendo a la sombra

La carta. Historia de un comisario franquista

<em>La carta. Historia de un comisario franquista</em>

Antonio Batista, La carta. Historia de un comisario franquista.

Editorial Debate. Barcelona, 2010. 287 páginas. 21,90 €

 

Querido amigo Rodolfo: Me atrevo a adjuntarte un resumen de mi histo­rial profesional, por si puedes distraer tu atención y leerlo. En él va relatado sucintamente lo sucedido desde mi nombramiento como Jefe Superior de Bil­bao y de Sevilla, en lo que atañe también a las causas del expediente, pues sé de sobras que la contestación de la Dirección Gral. de Seguridad será la­cónica y fría. Por eso quiero que tengas mi versión, que he procurado fuera todo lo objetiva posible dentro de mi desesperanza, dolor y resentimiento. Perdona mi insistencia en este asunto que por otra parte mis abogados y pro­curadores llevarán si es preciso ante el Supremo, Contencioso Administrati­vo, pues creo que no merezco esta medida tan draconiana y falta de huma­nidad, castigándome de esa forma no sólo a mi sino que a mi esposa e hijos.

Reitero mi afecto y lealtad a la persona que tanto interés y compren­sión ha tenido para conmigo. Un gran y fuerte abrazo.

Antonio

 

En el año 1941, fui trasladado de Bilbao a Barcelona, en la capital vizcaí­na empecé mi vida profesional, teniendo varias felicitaciones y premios por mi actuación, encuadrado en la Brigada Social y más tarde en la de Información.

En la ciudad condal pasé destinado, voluntario a la Brigada Social que mandaba el Sr. Quíntela (q.e.p.d.) y en el Grupo Anti-comunista que dirigía el Sr. Polo (q.e.p.d.).

En el transcurso de mi vida profesional, dedicado por completo a ella, sin tener otra ocupación o colocación nunca, intervine siempre en los servicios más importantes realizados por la Policía desde el año 1941 al 1968, en Cataluña, atracos, Partido Comunista, Movimiento Libertario, F.A.I. — C.N.T. —J.J.L.L., Sección Militar del Front Nacional de Catalunya, y su organización política, de carácter ultra-separatista, Movimiento Socia­lista de Catalunya, del mismo ideario separatista que la anterior, organi­zaciones del P.S.U. de C. y sus organizaciones de masas. Captura por mi del «líder», Secretario General del P.S.U. de C., Juan Comorera Soler, y de otros muchos dirigentes del Comité Central venidos de Francia, gru­pos de «guerrilleros» (bandoleros) de ciudad y de montaña del Partido Comunista, perfectamente armados e instruidos. Captura y desarticulación en España, por primera vez, de un aparato de espionaje del Ejército So­viético, que funcionaba en Madrid, Barcelona y Valencia, denominado G.R.U. ¡Directorio General de Inteligencia!, con incautación de varias emisoras, máquinas fotográficas y otro material, detención de varios «agen­tes» de dicho Servicio. Todo fue pasado al Alto Estado Mayor, por su gran interés. Fui felicitado por las autoridades militares.

Tiroteos y captura de los Grupos «Sariego, Hermanos Sabater, Face­rías, Los Primos, Los Culebras» y otros, siempre voluntario y con riesgo de mi vida, muchos días salía confesado y comulgado a tomar el servicio, pues no sabía si me tocaría caer como tantos compañeros. […]

 

 

 

    Así empieza la extensa carta manuscrita que, con fecha del 14 de septiembre del año 1974, el entonces gobernador civil de Barcelona y jefe provincial del Movimiento, Rodolfo Martín Villa, recibió del comisario Antonio Juan Creix.

    Martín Villa, uno de los personajes claves de la Transición, desempeñó altos cargos en la dictadura franquista, fue Ministro de Relaciones Sindicales en el primer gobierno de la monarquía, presidido por Carlos Arias Navarro, y al comienzo de la transición democrática, con Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno, ocupó la cartera de Gobernación. Se le conocía popularmente como "la porra de la Transición", debido a la excesiva dureza que empleaba en reprimir manifestaciones obreras y estudiantiles. Llegó incluso a negociar con ETA, y se le relacionó con la guerra sucia contra el terrorismo en aquellos años.

    El comisario Creix había desempeñado todos los cargos posibles en la policía, desde el de policía raso al acabar la Guerra Civil, hasta jefe superior en el País Vasco y Andalucía. Estaba especializado en la lucha anticomunista a la que se dedicó con total abnegación, como muy bien recordaron siempre las víctimas de la temible Brigada Político Social. Era un policía eficaz que había estado detenido en una checa de Barcelona durante la Guerra Civil y ahora se empleaba a conciencia contra sus antiguos enemigos.

    Pero el condecorado y tantas veces felicitado por sus superiores comisario Creix acabaría su carrera de brillante policía de la manera más ignominiosa: acusado de malversar fondos, fue sancionado con un expediente disciplinario y una suspensión de empleo y sueldo de tres años que vino a suponer una jubilación anticipada pero sin derecho a cobrarla. Por aquel entonces, Franco había iniciado el largo camino irreversible hacia la muerte y todo el mundo sabía que en los meses venideros se iba a dilucidar el futuro del país. Había llegado la hora de tomar posiciones para estar bien situado en los nuevos tiempos que se avecinaban. Incluso los propios franquistas se iban preparando para ese momento, y se iniciaba así el debate entre los que querían a toda costa perpetuar el franquismo, la vieja guardia, y aquellos que veían la necesidad de reformarlo.

    Era el momento en el que los llamados reformistas escamoteaban parte de su pasado y tiraban de maquillaje astutamente, pues veían que se les venía encima un sistema democrático que amenazaba sus aspiraciones y estatus de poder.

    En este contexto, en el que los más moderados del régimen veían como inevitable posicionarse para el pacto de la famosa Transición, el comisario Creix suponía un grave problema, pues era el prototipo de la represión franquista contra los demócratas con los que habría que negociar en un futuro que estaba a la vuelta de la esquina. Y había que quitarlo de en medio. Creix era el prototipo del policía franquista que arrancaba las confesiones a los detenidos a base de torturas de todo tipo, y los franquistas que veían la oportunidad de hacer política en la democracia no iban a ser creíbles si se mantenía a policías como él. Su depuración supuso que otros policías con historiales parecidos al suyo fueran reciclados para aprovechar sus métodos y experiencia en la lucha contra ETA.

    Esa carta de Creix a Martín Villa le ha servido a Antoni Batista para construir un buen reportaje sobre la vida de este policía y la época en la que trabajó, un relato de la represión policial de nacionalistas catalanes, y la descripción detallada de juicios e interrogatorios, detenciones y torturas.

    En estos tiempos "líquidos" en los que los hechos que se refieren en este libro resultan muy lejanos o completamente desconocidos para muchos, no estaría de más una lectura detallada de esta obra. Aquellos que vieron con estupor la película La vida de los otros encontrarán en este libro nuestra particular versión del asunto. A veces se olvida demasiado deprisa y en estos tiempos de crisis y desencanto, la mirada crítica hacia el pasado se hace cada vez más necesaria, pues es de allí de donde venimos.

    Todavía recuerdo de mis tiempos de estudiante en Madrid, en los años setenta, el miedo que infundía uno de esos "eficaces" policías, Juan Antonio González Pacheco, al que se conocía como "Billy el Niño", y el terror a sus interrogatorios en la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol. Curiosamente, muchos de los policías que estuvieron a sus órdenes se integraron en los ochenta en la Brigada Antigolpe, pues sus relaciones con la extrema derecha les facilitaban las labores de información como infiltrados.

    Policías como estos nunca respondieron ante ningún juez de sus actividades represivas en los últimos años del franquismo.

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Más información en estos enlaces (muy recomendable la lectura del texto del poeta Luis García Montero):

Un comisario caído en desgracia. El País, 27/09/2010

La realidad y el deseo, Luis García Montero

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