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Leyendo a la sombra

Miscelánea

Julieta Venegas, Debajo de mi lengua

 

Debajo de mi lengua se esconden las palabras

que revelan todo de mí.

Te podrían decir de mis inseguridades,

lo pequeña que me llego a sentir.

Pero hago todo por detenerlo,

es muy pronto para decir.

Todo lo que quiero se me escapa de las manos,

eso es lo que no quería admitir.

Todo lo que quiero se me escapa de las manos,

y no sé manejar lo que empiezo a sentir.

Debajo de mi lengua se esconderán mis miedos

a todo lo que no sé de ti.

Palabras peligrosas y estacas que intentan

todo quieren definir.

Pero hago todo por detenerlas. Es muy pronto

para decir

que todo lo que quiero se mes escapa de las manos.

Eso es lo que no quería admitir.

Que todo lo que quiero se me escapa de las manos

y no sé manejarlo todo. Lo que quiero se me

escapa de las manos.

Eso es lo que no quería admitir.

Todo lo que quiero se me escapa de las manos

y no sé manejar lo que empiezo a sentir.

¡Qué lectura tan divertida!

Cesta de la compra

Tanta gente sola, de Juan Bonilla (Seix Barral). Un excelente libro de cuentos para picar a deshoras. Excelente con cualquier bebida. Los entendidos recomiendan leerlo exclusivamente con café y por la tarde, siempre después de las seis. Por mi parte, puedo decir que he llegado a leerlo al mediodía, antes de comer, con cerveza bien fría y el resultado ha sido excelente. Los cuentos, la mayoría excelentes, arman una suerte de historia próxima a la novela. Es un libro del año 2009, pero no tiene fecha de caducidad, más bien al contrario, diríase que estos pocos años que han pasado sobre él le han venido muy bien.


Ayer no más, la última novela de Andrés Trapiello (Destino). Después de cenar, cuando la noche empieza a meterse en la noche y los niños y ancianos han desaparecido de las calles, es el momento perfecto para sentarse a leer esta novela. Si habéis leído ese libro imprescindible que es Las armas y las letras de este mismo autor, si habéis leído y discutido sobre la famosa ley de la Memoria Histórica promulgada por el gobierno de Zapatero, si os extraña que el Partido Popular no haya condenado el régimen de Franco, si en vuestra casa nunca se ha hablado de la guerra civil, en fin, esta novela os deparará momentos impagables. Escritura fresca, pero ojo: los aromas van aflorando poco a poco y hay que estar atento a ellos, y son muchos los matices. No quiero ser extravagante, pero leer este libro a la una o las dos de la madrugada mientras algunas cadenas de TDT exudan veneno con un descaro inaudito, le reconcilia a uno con la lectura.

 

 Todo a mil, Javier Gomá (Galaxia Gutenberg). Fantásticos tragos cortos de Filosofía. El libro se subtitula “38 microensayos de filosofía mundana”. En la distancia corta el libro se muestra imbatible, ensayos de unas mil palabras que obligan al lector a proponerse cuestiones y enfoques sobre aspectos de la realidad, sobre los que quizá nunca haya reflexionado, y si lo ha hecho, el libro le sugiere nuevas perspectivas. Una muestra: «El modo en que uno se gana la vida y–tan importante como lo primero– la disposición positiva o negativa, de conformidad, rebeldía o resentimiento respecto al deber de ganársela y el medio elegido por cada uno para hacerlo, dentro de las limitadas posibilidades que la sociedad le ofrece, determina esencialmente en el hombre la constitución de su personalidad y de su mundo interior». Con la que está cayendo y la que está por caer, con lo que les tenemos que oír cada día a los políticos que nos gobiernan y a los que se han quedado con las ganas de hacerlo, leer este libro nos humaniza y nos aleja de esos idiotas presuntuosos que ya no saben qué cosa sea la vergüenza, la ética y la dignidad. Un aperitivo fenomenal antes de ponerse delante de un plato poderoso. Cada vez estoy más convencido: la Filosofía tal como aquí se plantea debería ser objeto de estudio en el colegio, y desde una temprana edad.

Recuerda el lector...

    Recuerda el lector en estos días de verano la mirada de su padre y evoca la tertulia de las noches de julio y agosto, allá en el pueblo, en la que el tema de la guerra civil no tardaba en acudir a la memoria y se hacía presente en la conversación. El lector sabe que su padre y su tío Jesús disfrutan hablando de aquellos tiempos, y por ello, junto con sus primos, les hacen entrar al trapo, de modo que los recuerdos y vivencias de los dos hermanos se adueñan de la calurosa noche. El lector echa de menos esa tertulia y medita sobre el tiempo pasado, si fue o no mejor, y concluye sin devanarse demasiado los sesos que no, que ni mejor ni peor, vaya, que simplemente se perdió y ya no volverá. Y antes de que lo tilden de filósofo con recochineo, piensa que las cosas son como son y no hay más cera que la que arde, y que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, y tal. En fin.

    El lector recuerda al padre muerto y piensa si es mejor no pensar, o pensar en no pensar, y estos devaneos le recuerdan a Unamuno (el lector sabe que lo de este señor era pensar-pensar), que en cierta ocasión le dijo a alguien: "extravaga, extravaga, que más vale extravagar que vagar a secas". Y el lector siente que extravaga, que vaga e incluso divaga, y no sabe si acaso no le estará dando un acceso de melancolía o de misantropía, o vaya usted a saber de qué.

    Pero lo cierto es que el lector recuerda al padre recientemente fallecido y se siente un poco más solo. Esto, se dice en algunos momentos, va a ser que me estoy haciendo viejo.  Ay. A saber.

    Y el lector vaga y divaga por los meandros de su memoria y allí se encuentra con su tío Jesús, el hermano de su padre, que está regando el jardín unas veces y otras trabajando la madera en la carpintería. Al lector, de chico, le embelesaba ver a su tío en el taller de carpintería sacar virutas con la garlopa, y a nada que se lo proponga son muchos los recuerdos de su tío Jesús que salen a la luz como esas virutas. También aparece en el divagar un impresionante coche negro con chófer, su tío Benito le dice al niño súbete y vamos a ver las obras del depósito del agua. Y el niño no sale de su asombro en este su primer viaje en coche y no sabe qué le impresiona más, si el coche, el depósito o su tío Benito, y en su ternura infantil el niño cree que este hombre tiene que ser muy importante porque la gente dice que va a traer el agua al pueblo, y cuando el agua salga de un grifo y no del cubo del pozo la tía Mary podrá regar el jardín mejor y se cansará menos, y el lector la ve cojeando por entre los rosales con su mano impedida pegada a la cadera arrastrando la goma que lleva el agua a los parterres con su otra mano. Aquel jardín es muy grande en la memoria del lector y aunque este sabe que la memoria engaña, le da igual. Lo que no le da igual al niño que fue es la calavera que tenía su prima Marigel en la habitación de arriba, donde estudiaba en los veranos. Marigel iba para médica, pero el niño que fue mira con recelo aquello y le da repelús, lo toca y no entiende para qué querrá su prima eso.

    Es lo que tiene el verano…

 


Una nueva voz

Es filóloga.

Es joven.

Tiene mucho que decir.

Su voz te llegará y llegará lejos.

Está aquí...

 

PS: Y está totalmente cuerda.

 


Sin título I

 

 

Los linces no copulan cuando llueve

es un buen endecasílabo para un soneto ahora que el sol se enseñorea del paisaje.

El pasado es un negocio devaluado, la memoria le sale cara a más de uno. Para qué recordar, muchachos, con lo bonito que es el olvido.

Podría escribir los versos más tristes esta noche si tuviera ese estado de ánimo, pero no puedo evitar esbozar una sonrisa que me viene no sé de dónde.

Te tuve que decir no, lo hice por costumbre. El sí se me hace últimamente insoportable. No espero que lo puedas entender.

Déjalo, me dicen con frecuencia, el qué, respondo, es igual, insisten, tú déjalo.

Cada vez soporto menos los espejos, ni siquiera saben mentir.

Prefiero los ajustes de cuentos, sólo quiero que lo sepáis. Aunque estoy considerando muy seriamente prescindir de todo planteamiento inicial en favor del desarrollo y el desenlace.

Me dijo que sentía melancolía por su futuro. Cada vez entiendo menos a mis hijos.

La crisis nos agobia, se quejaba el dueño de la empresa, nos estamos acercando al límite en que el negocio deja de ser negocio. Lo miré y por un instante supuse que estallaría en carcajadas. Es lo que tiene el oficio de contable, me dije, perdemos el sentido del humor y el del amor (al prójimo).

A mí me gustaría saber qué piensa una cerveza

cuando le ponen una chapa en la cabeza.

 

Larga vida al libro

 

Sí, larga vida al libro. Y más en estos momentos en los que no faltan los agoreros de turno que pronostican que los nuevos soportes digitales acabarán con el libro tradicional. No lo creo. Y no lo creo porque estoy con Umberto Eco: hay objetos perfectos desde el momento mismo de su invención: la rueda, la cuchara, el libro...

Y el libro es un objeto perfecto. Convivirá tranquilamente con otros soportes, perderá terreno, pero no sucumbirá. Es más, me atrevería a decir que tal vez sea el único soporte con totales garantías de supervivencia. Dentro de cientos de años tal vez la información almacenada en formatos actuales no sea legible, como sucede ya con el video Beta, o VHS; quizás los CD o DVD de ahora sólo sean un inútil disco brillante de plástico, quizás ni eso: discos mates. Pero ahora podemos leer libros escritos centenarios. Ahí están, y ahí seguirán estando con otros muchos. Tal vez cambie la lectura, pero no cambiará el libro.

Y no sigo. Si lo hiciera, sus ojos podrían terminar como pelotas de golf. Pero abran las páginas de un libro y deslícense por sus palabras. Horas de placer garantizado. Déjate abrazar por las palabras, déjate acariciar por la lectura.

 

 

 

 

 

La pequeña muerte

Dos manos, quizás una. Dos dedos, acaso uno. Una boca, también dos. Las miradas sobran, las manos son las que ven. Los labios hablan, callan las bocas. Y dibujos, recorridos por la piel con un destino conocido, a veces fingido, otras ignorado.

Hay un eco del temblor final que pronto se olvida, no os empeñéis en recordarlo, de nada vale. La geometría permanece, aunque no siempre hay simetría.