Un mensaje parpadea en la pantalla verde del cajero automático. Fuera de servicio. Fuera de servicio.
Bonito resumen, sí, fuera de servicio, piensa la mujer. Su bolso reposa a sus pies. Fuera de servicio, así estoy yo también en este mismo instante: fuera de servicio, piensa.
El taxista espera. Tiene paciencia, hace una buena noche y eso le concede una extraña animosidad. Espera a que la mujer saque dinero para abonarle la carrera. Todavía queda un buen trayecto hasta la estación de autobuses. No hay prisa. Intuye que a ella le da igual subirse a un autobús o a otro.
La mujer tiene ganas de golpear la pantalla verde. No debo pensar en lo que estoy haciendo, se dice, es igual, le diré al taxista que paremos en otro cajero. En su mano derecha sujeta con fuerza un juego de llaves, que levanta sorprendida y observa, como si no supiera por qué están en su mano. Pero se ha propuesto no pensar y con decisión se mete las llaves en el bolsillo del pantalón.
El mar. Eso es: el mar. Debo pensar en el mar. Pensar en el mar, se repite en voz alta. El mar. El mar. Coge el bolso y revuelve en su interior para comprobar que desconectó el teléfono móvil.
El taxista piensa que a estas horas sería extraño que saliese algún autobús a alguna parte y sin saber por qué piensa en su mujer. Estará viendo la tele medio dormida. Sabe que antes de irse a la cama lo llamará. Tiene el móvil a mano. A veces lo mira como intuyendo que en ese momento va a sonar. Pero nunca suena. Observa a la mujer y piensa en las palabras que ha utilizado para pedirle que detuviera el coche frente al cajero. Sería capaz de repetir la frase de manera exacta.
La mujer regresa al coche. Le pide al conductor que la lleve a otro cajero, este no funciona. El coche arranca y se suma al tráfico. La mujer siente las llaves en su muslo, y aprieta sobre ellas hasta sentir dolor.
El olvido, dice en voz alta. El olvido, se repite, donde habite el olvido. Y por un momento piensa que le gustaría ser niña. Una niña sin bolso, sin teléfono, sin ese juego de llaves que quizás ya no abran ninguna puerta. Sin bolso. Sin tarjeta de crédito. Sin la luz verde de la pantalla del cajero. Sin memoria y sin olvido.
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8 comentarios
Sor-aya -
Me he quedado sin palabras porque, copiando a Neruda (para qué empeñarse en crear algo que ya se inventó), te pareces a mi alma.
A veces leo algo que quisiera (tendría) que haber escrito yo. Y me he analizado lo suficiente como para saber que no es envidia. Es...como que otro, que se nos parece, puso palabras a lo que en nosotros habitaba como humo. Algo así.
Un placer, un gusto.
Te dosificaré y volveré. Sin prisa y, con suerte, sin pausa.
LA ESFERA CULTURAL -
http://programalaesfera.blogspot.com/2009/12/consejos-literarios-seleccion-de-blog.html
Suerte.
Pablo Giordano -
Meritxell -
Saludos.
La donna è mobile -
Esto se merece por lo menos cinco o diez segundos de sesudas reflexiones.
(...)
Habrá que volver a esto, sí, pero poco.
:-)
(¿Veeeees lo que tiene la confianza?)
:-)
La donna è mobile -
(Aunque también puede que no fueran tantos, en cuyo caso no lo serían.)
Buenos días, :-)
El lector a la sombra -
La donna è mobile -
Para ser perfecto, sólo le falta saber preparar tortillas, :-)
(http://www.listengo.com/song/8448806)
((Música para leer. Y tal.))