Fin de año
Aquel treinta y uno de diciembre, contra lo acostumbrado, no recibí la llamada de mi padre, sino la de mi hermano. Soy tu hermano -me dijo-, papá ha muerto, pero no te entristezcas, la tristeza es un sentimiento denso, pastoso y mineral que sólo te hará sentir tristeza; tampoco te molestes en venir, ya sabes lo que papá pensaba de ti; ahórrate las flores, papá las detesta, y el viaje e intenta superarlo. Después calló. Me quedé unos momentos a la escucha, sin oír nada y, a pesar de ser hijo único, colgué el teléfono sin sentir desazón. No, no sabía con certeza lo que mi padre pensaba de mí, pero me alivió intuirlo por las palabras que escuché a través del auricular. Haber ido al funeral sólo por compromiso hubiera sido algo insoportable. Lo que me sorprendió fue lo de las flores. No sé bien por qué, pero suponía que a mi padre le encantaban, en especial las rosas. Desde ese día espero que mi hermano me vuelva a llamar para agradecerle sus palabras. Seguro que mi padre, a pesar de que no le mandé flores, no esperaría otra cosa de mí.
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Meritxell -